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Los acorazados clase BISMARCK (BISMARCK y TIRPITZ) fueron la piedra angular sobre la que Hitler pretendió construir su gigantesco Plan Z. Un plan que debía dar a Alemania la superioridad naval sobre Gran Bretaña en 1945, la tan ansiada talasocracia que el almirante Tirpitz había estado a las puertas de lograr. El primero de aquellos acorazados, el cabeza de clase BISMARCK fue botado el 14 de febrero de 1939 por la nieta del canciller Von Bismarck ante la complacida mirada de Adolf Hitler y el gobierno alemán en pleno. La ceremonia tuvo un eco enorme en Alemania y fuera de ella, ya que era el primer acorazado botado en ese país desde la I Guerra Mundial.
En el momento de su botadura el BISMARCK era el acorazado más grande del mundo. Además era el más veloz. No tenía los mayores cañones, pero sí los más modernos, y era el acorazado mejor blindado. Todo lo cual le convertía en la nave de batalla más poderosa del mundo. Los alemanes, puesto que habían suscrito el Tratado de Washington, no podían construir acorazados de un desplazamiento superior a las 35.000 toneladas, pero el BISMARCK y el TIRPITZ sobrepasaron ampliamente tal limitación. El BISMARCK devolvió a Alemania la superioridad cualitativa frente a las construcciones británicas tan ampliamente demostrada en la I Guerra Mundial. En el momento de su alistamiento, ningún acorazado británico hubiera podido oponerse a la nave alemana. El BISMARCK era superior en todos los aspectos a cualquier otra nave del Mundo. Una obra maestra de la ingeniería naval a la que no escatimaron elogios adversarios como sir John Tovey, el almirante que lo destruyó o sir Winston Churchill, el premier británico que dio la famosa orden ¡Hundan al BISMARCK!
La nave desplazaba a carga estándar 45.170 ton. y a plena carga sobrepasaba ampliamente las 50.000 ton. La velocidad era de 30,1 nudos. Medidas: Eslora 251 m. Manga 36 m. Calado 10,2 m. Armamento: 8-380 mm. 12-150 mm. 16-105 mm antiaéreos. 16-37 mm antiaéreos. 12-20 mm antiaéreos. 1 catapulta y 6 hidroaviones Arado Ar-196. Blindaje: máximo vertical de la cintura acorazada 320 mm y horizontal máximo de la cubierta protectora 100 mm. Dotación: 2.100 hombres (en el momento de su hundimiento llevaba a bordo más de 2.200 marinos).
2- Direcciones de tiro demasiado expuestas al fuego enemigo, tanto a los impactos directos como a la metralla. En la batalla final, las direcciones de tiro fueron destruidas antes de que el BISMARCK lograra hacer blanco sobre los acorazados británicos.
3- Artillería antiaérea anticuada y no porque fuera vieja, sino porque la clave de la artillería en la II Guerra Mundial era el control por radar y los alemanes nunca lograron ni acercarse a la formidable tecnología aliada en lo referente a direcciones de tiro radarizadas. La falta de eficacia de las armas antiaéreas del BISMARCK en su combate frente a los anticuados, lentos y vulnerables biplanos torpederos Swordfish británicos era consustancial a todos los acorazados de aquella época temprana de la II Guerra Mundial, pero el 105 mm se reveló como un cañón poco adecuado para la defensa antiaérea.
OPERACIÓN RHEINUBUNG
Una nave formidable debía tener un comandante formidable, y el Gran Almirante Erich Raeder, comandante en jefe de la Kriegsmarine, lo encontró en la persona del capitán de navío Ernest Lindemann, un marino legendario cuya personalidad envuelve toda la leyenda del BISMARCK.
El plan de Raeder era hacer salir al BISMARCK y a su gemelo el TIRPITZ junto con los cruceros de batalla SCHARNHORST y GNEISENAU y el crucero pesado PRINZ EUGEN al Atlántico. Esta formidable escuadra podría haber causado una gigantesca catástrofe para Gran Bretaña, ya que si bien la Royal Navy disponía de muchas más naves de batalla, tan sólo el PRINCE OF WALES y los cruceros de batalla eran capaces de igualar la velocidad de las modernísimas naves alemanas. Y visto lo que ocurrió después en Islandia, no es difícil imaginar lo que hubiera ocurrido. Evidentemente, la superioridad de medios británicos era aplastante, pero una escuadra así, mandada por un almirante hábil, hubiera podido crear un auténtico caos en el tráfico naval británico de inimaginables consecuencias. Y si además, el portaaviones GRAF ZEPPELIN hubiera sido completado a tiempo y hubiera podido dar escolta aérea a la agrupación...
Sin embargo, por problemas técnicos, sólo el BISMARCK y el PRINZ EUGEN saldrían a alta mar. Para dirigir la operación llamada RHEINÜBUNG (Operación Rhin) se escogió al almirante Günther Lütjens. Un marino de probada habilidad y sangre fría que había llevado a cabo poco antes una asombrosa hazaña al forzar el bloqueo británico con el SCHARNHOST y el GNEISENAU, recorriendo el Atlántico, hundiendo miles de toneladas de buques aliados. Era, sin duda, el hombre más capacitado para tal mando en ese momento.
A la izquierda el almirante Günther Lütjens, comandante en jefe de la agrupación. A la derecha el capitán de navío Ernst Lindemann, comandante del BISMARCK. Dos hombres muy distintos pero dos grandes marinos.
Von Müllenheim da un fiel retrato de Lindemann, del que durante el alistamiento de la nave fue ayudante. Era un marino duro, curtido. Un artillero experto en tiro naval, lo que resultó vital en la misión por el excelente nivel del adiestramiento artillero de la nave. Pero sobre todo era un hombre sencillo, que fue admitido en la Armada Alemana "a prueba" por su aparente fragilidad física (antes de la misión comentaba divertido que como nadie le había notificado su ingreso definitivo en la Armada aún se consideraba "a prueba"). Un hombre con una gran humanidad que se ganó el cariño de su tripulación por su sencillez. Su comportamiento durante el alistamiento de la nave y, sobre todo, durante el Ejercicio Rhin, su valor en el combate y su legendaria y extraordinaria muerte han aupado a Lindemann hasta la categoría de héroe con todo merecimiento.
A las 02:00 horas del 19 de mayo, el BISMARCK abandonaba el fondeadero de Gotenhafen y zarpa rumbo a Noruega. Tras pasar por el Korsfjord, la nave recaló en el Grimstadfjorf, donde el 21 de mayo a las 13:15 horas fue fotografiado por un Spitfire británico. La Home Fleet (Flota metropolitana británica) fue puesta inmediatamente en estado de alerta.
Fotografía del BISMARCK tomada en enero de 1941 en Korsfjord. Se observa el curioso camuflaje con el que ha sido cubierto y que fue sustituido por pintura gris.
A pesar de todo el operativo británico, las dos naves alemanas consiguieron burlar el bloqueo navegando a través del estrecho de Dinamarca, bien pegados a los hielos de Groenlandia. Pero a las 19:22 horas del 23 de mayo fueron descubiertos por los radares del crucero pesado SUFFOLK, que junto con el NORFOLK se pegaron a la estela de las naves alemanas llamando al resto de la Home Fleet. Las naves que quedaban más cerca eran el acorazado PRINCE OF WALES y el crucero de batalla HOOD, al mando del vicealmirante Holland que izaba su insignia en el HOOD. Un acorazado y un crucero pesado contra un acorazado y un crucero de batalla...
El director de tiro del BISMARCK, el capitán de corbeta Adalbert Schneider, solicitó insistentemente permiso del almirante para abrir fuego, pero sólo obtuvo el silencio por respuesta mientras las salvas británicas se acercaban peligrosamente a las naves germanas. A las 05:55 horas el capitán Lindemann exclamó por los micrófonos abiertos del puente de mando acorazado: "¡No voy a permitir que ejecuten el buque bajo mis plantas! ¡Permiso concedido!". Así que fue el propio capitán el que dio la orden de abrir el fuego ante la pasividad de Lütjens. Todo esto fue oído en las estaciones directoras de tiro del acorazado. Los cañones de las 2 naves alemanas ignoraron al PRINCE OF WALES y se centraron en el HOOD, la nave de mayor prestigio de toda la Royal Navy.
La batalla de Islandia duró 16 minutos. Los que necesitó el BISMARCK para hacer saltar por los aires al HMS HOOD al alcanzarle de lleno en sus escasamente protegidos sus pañoles de municiones. Exactamente como sucediera años atrás en Jutlandia... A las 06:01 horas, el que había sido durante 20 años el buque de batalla más grande del mundo explotó lanzando a centenares de metros de altura un alud de restos de acero y carne, partiéndose en dos y hundiéndose en apenas 2 minutos con toda su tripulación a excepción de 3 hombres. El BISMARCK había demostrado lo que valía... y ahora, sus cañones al rojo vivo giraban buscando al PRINCE OF WALES, donde los aterrados británicos apenas podían creer lo que estaba ocurriendo.
El alcance cayó hasta los 14.000 metros y las salvas alemanas, magistralmente dirigidas por Schneider, ya centraban al acorazado británico que había sido alcanzado, a las 06:03 horas lanzó una cortina de humo y se batió en retirada a toda máquina, perseguido por los piques de los proyectiles germanos. Había recibido 4 impactos del BISMARCK y 3 del PRINZ EUGEN que, entre otros importantes daños, habían destrozado el puente de mando matando a todos los presentes en él menos al capitán y a un marinero.
El PRINZ EUGEN, que se había batido formidablemente, no había recibido ningún impacto. Pero el BISMARCK recibió 3 proyectiles del PRINCE OF WALES. Sin embargo, la capacidad combativa de la nave quedó intacta. Lindemann pidió permiso para perseguir al herido acorazado británico y hundirlo, pero Lütjens se negó. Una fuerte discusión entre ambos oficiales terminó al imponerse la graduación del almirante frente al valor y coraje de Lindemann. Lütjens tenía sus razones, evidentemente, pero si el BISMARCK hubiera perseguido al acorazado británico que se retiraba dañado aquella jornada hubiera sido la más increíble de toda la Historia naval con un acorazado hundiendo a sus contrapartes ¡a pares!
Los daños no eran graves, y no había bajas humanas, pero el BISMARCK había embarcado 2.000 toneladas de agua bajo el castillo, reduciendo así la velocidad a 28 nudos, un tanque de gasóleo había sido perforado y el combustible escapaba a chorros, por lo que Lütjens decidió poner rumbo a la Francia ocupada para reparar las averías.
El hundimiento del HOOD conmocionó a Gran Bretaña. Aquel bellísimo crucero de batalla era el orgullo de la Royal Navy y ahora había sido hundido. Además, el PRINCE OF WALES, el más moderno acorazado británico, fue obligado a huir vergonzosamente ocultándose tras una cortina de humo. Churchill, enfurecido y atemorizado a la vez, pronunció su famosa frase: "¡Hundan al BISMARCK!" y toda la Royal Navy se dispuso a participar en la más grande cacería que jamás ha tenido lugar sobre la infinita mar. Inmediatamente todo buque que pudiera llegar al BISMARCK fue movilizado. Se abandonaron misiones como la vital escolta de convoyes y todo fue subordinado a una única idea: hundir el BISMARCK.
A las 23:30 horas, aviones torpederos Swordfish, lanzados por el portaaviones VICTORIOUS atacaron al BISMARCK logrando un impacto de torpedo que no pudo traspasar la formidable cintura acorazada de la nave. El 25 de mayo era el cumpleaños de Lütjens, y el almirante decidió hacerse un buen regalo: A las 0306, gracias a una habilísima maniobra, el acorazado alemán rodeó a los dos cruceros británicos adelantándolos ¡por detrás! y así el BISMARCK se esfumó de las pantallas de radar británicas y arrumbó hacia Brest, en la costa francesa. Pasaron horas hasta que los sorprendidos británicos comprendieran la jugarreta de Lütjens. Para entonces, el BISMARCK navegaba rumbo a Francia mientras sus perseguidores seguían rumbo al sur. Gracias a la maniobra de Lütjens, el BISMARCK podría escapar a la enorme masa de naves que lo perseguían en todas direcciones. Ningún barco podría llegar a tiempo de interceptar al acorazado que entraría tranquilamente en Brest a la mañana siguiente...
Pero la era de los acorazados ya había terminado, y sus sustitutos en el reinado naval, los portaaviones, esperaban su ocasión pacientemente. Por fin había llegado su momento...
A las 20:47 horas del día 26, los Swordfish volvieron a atacar al acorazado que se defendió disparando hasta sus piezas de 380 mm contra el mar levantando así una barrera de agua para protegerse de los torpedos. 2 torpedos le alcanzaron. El primero no causó daños, pero el segundo de ellos le destruyó el aparato de gobierno de los dos timones. El BISMARCK quedó con los timones agarrotados.
La nave giró lentamente dirigiéndose a sus enemigos que se acercaban a toda velocidad. A las 21:40 horas, el almirante Lütjens envió el siguiente mensaje al Grupo Oeste (mando de la Wehrmacht para la zona occidental europea): "Buque ingobernable. Lucharemos hasta la última granada. Larga vida al Führer". Entre esos mensajes que se cruzaron el BISMARCK y el Grupo Oeste se destaca el que Lütjens envió solicitando al Führer la concesión de la cruz de caballero (la máxima condecoración al valor personal alemana) para el capitán de corbeta Schneider. Hitler se la concedió en cuanto le llegó el mensaje y Lütjens pudo así darle la enhorabuena al director de tiro, antes del combate final.
Todos los frenéticos esfuerzos realizados para desbloquear los timones fueron vanos. El mar estaba muy agitado y el compartimiento del mecanismo completamente inundado, los buzos que trataron de entrar en él estuvieron a punto de morir en aquella espantosa ratonera y fueron rescatados de milagro. La solución más obvia era volar los timones con una carga explosiva y gobernar con las hélices, pero existía el riesgo de que la explosión dañara también las hélices y Lütjens no lo autorizó. Un trozo (equipo) de reparaciones se ofreció voluntario para llevar a cabo la idea de un suboficial de máquinas: arrancar una de las puertas de los hangares y soldarla al casco en la borda contraria con un ángulo que contrarrestara el ángulo de los timones dañados, pero el estado del mar era muy malo y aquella era una operación suicida. Mientras tanto, en Alemania, los ingenieros navales trataban de hallar una solución al problema, pero la nave estaba condenada y sólo esperaba ya a que el velo del fatal destino la cubriera.
¿SE INTENTO TODO LO POSIBLE PARA SALVAR AL BISMARCK?
Esta cuestión ha sido, es y será tema de encendido debate. La de los expertos, es que debieron agotarse todas las posibilidades. ¿Qué hubiera ordenado otro comandante en lugar de Lütjens? Autorizar la voladura de los timones. Si las hélices hubieran quedado dañadas ¿qué más daba ya? La nave estaba condenada de todas formas. Pero ¿y si hubiera resultado? Sin los timones hubiera sido cuestión de quince minutos poner la nave rumbo a Brest utilizando las hélices y luego ¡a toda máquina! hacia la protección de los aviones de Francia.
¿Por qué no hizo esto Lütjens? Sus razones tendría. La enorme admiración por Lindemann, por el soberbio coraje y el espectacular valor demostrado por el capitán del BISMARCK, es dable creer que Lütjens, como máximo mando de la misión, cometió varios errores de bulto, pero tampoco hay que culpar al Almirante alemán de todo lo ocurrido, pués tan sólo meses antes había salido al Atlántico con el SCHARNHOST y el GNEISENAU recorriendo el océano destruyendo naves británicas, perseguido por media Royal Navy y llegando a Brest tras un crucero corsario épico. ¿Sabía algo que le impidió autorizar la voladura de los timones? ¿Existía un riesgo seguro para la nave? Desgraciadamente el diario de a bordo se hundió con la nave y ninguno de los oficiales que participaron en las discusiones sobrevivió.
Aquella fue una noche de pesadilla para los marinos germanos. Los destructores británicos se lanzaron contra el acorazado alemán. No consiguieron dañarlo, pero toda la tripulación pasó la noche en vela combatiendo contra los esquivos destructores. A la mañana siguiente, los marinos del BISMARCK estaban agotados y esperaban el fin ya sin esperanza ninguna. A las 08:47 horas del día 27, los británicos llegaron ante el BISMARCK.
Incapaz de controlar el rumbo y de evitar las salvas enemigas, el BISMARCK recibió un diluvio de acero y fuego que destrozó sus superestructuras e inutilizó sus cañones uno a uno. Sin embargo, ni la cintura acorazada ni la cubierta protectora fueron perforadas, con lo que sus máquinas continuaban intactas... aunque inservibles sin dirección. La resistencia del BISMARCK ante el infierno desatado fue formidable y despertó la admiración de los que lo cañonearon sin parar. El almirante Tovey, jefe de la Home Fleet británica, asombrado, exclamó la famosa frase "¡No se le puede hundir al cañón!".
Tras sufrir durante 2 horas aquel terrible castigo y sin capacidad alguna de respuesta ya, Lindemann (lo más probable era que Lütjens ya hubiera muerto) ordenó abrir los grifos de fondo y explotar las cargas de autodestrucción para hundir la nave e impedir su captura. El BISMARCK ya no disparaba y su cubierta se hallaba llena de heridos y muertos, pero eso no importó a los británicos que continuaron machacando la nave hasta el final. A pesar de todo, tuvieron que ser los propios marinos del BISMARCK los que lo hundieran a las 10:39 horas.
La última imagen del BISMARCK durante el combate final. El acorazado alemán, a la derecha de la imagen, navega a toda máquina entre los proyectiles británicos.
Lindemann ordenó el abandono de la nave. Más de 800 hombres consiguieron ganar la cubierta y saltar al helado mar mientras el BISMARCK se hundía con muchos marinos aún vivos, atrapados en sus entrañas de acero. Entonces, los náufragos pudieron ver algo que los estremeció: el capitán Lindemann corrió por el castillo, trepó por la cubierta, venciendo la cada vez más pronunciada escora de la nave y, abrazándose al mástil del torrotito, se irguió saludando al puente mientras la nave se hundía con él. Cuando tenía 13 años le había comentado a su hermano que su mayor ilusión era hacerse marino y hundirse con su nave.
Desde las unidades británicas se pudo ver durante el vuelco del BISMARCK, que la obra viva no estaba afectada y la cintura acorazada no había sido perforada. Otros marineros supervivientes corroboraron su testimonio. El BISMARCK se había hundido por su propia mano.
En las frías aguas del Atlántico Norte quedaban más de 800 hombres, flotando en las encrespadas aguas, empapados de petróleo, muchos de ellos heridos por la metralla o abrasados por el fuego. Tras una hora de incertidumbre, el crucero pesado DORSETSHIRE y el destructor MAORI se acercaron para recogerlos.
Cuando tan sólo 85 náufragos, habían conseguido subir a bordo del crucero, de repente éste puso sus máquinas avante toda y se alejó a toda máquina del lugar dejando a más de 700 hombres sobre las aguas. El capitán del DORSETSHIRE alegó que "se había visto el periscopio de un submarino alemán". El destructor MAORI había rescatado a otros 25 antes de alejarse a toda máquina también. Ningún submarino alemán se encontraba allí en aquel momento. Los hombres quedaron sobre el mar solos. Uno tras otro fueron sucumbiendo al frío y murieron congelados.
Tres marineros que se habían refugiado tras la torre "Dora" mientras el BISMARCK se hundía y habían conseguido arriar un bote de goma al agua fueron rescatados por el submarino U-74 que llegó horas más tarde al lugar de la tragedia, cuando ya nadie más quedaba con vida... o al menos eso se pensó, ya que, milagrosamente, el buque meteorológico alemán SACHSENWALD consiguió más tarde rescatar con vida a otros dos hombres. Mientras tanto, el crucero español CANARIAS, que se había hecho a la mar a las 14:40 horas del 27 de mayo desde El Ferrol para auxiliar a los náufragos, encontró dos cadáveres que fueron izados a bordo, amortajados debidamente y devueltos al mar con todos los honores. De una tripulación de más de 2.200 hombres sólo habían sobrevivido 115. De ellos 110 prisioneros.
Se asegura que la dotación del crucero británico se comportó con los alemanes muy bien (como es normal entre caballeros del mar), ocupándose inmediatamente de los heridos y procurando baños calientes y ropas secas a todos. Al día siguiente, el capitán del crucero llamó al teniente Von Müllenheim, que era el oficial alemán más antiguo, para preguntarle si necesitaban algo e interesarse por su estado. Von Müllenheim le recriminó que hubiera abandonado a más de 700 hombres y el capitán británico le aseguró que se había recibido una alarma submarina. Von Müllenheim, que tras la guerra siguió la carrera diplomática en altos puestos, desde entonces excusó al capitán británico. Pero aún quedan dos preguntas por contestar: ¿Por qué no se arriaron las redes por los costados del DORSETSHIRE para que decenas de alemanes subieran a la vez trepando por ellas? ¿Por qué sólo se arriaron algunos cabos para que los alemanes treparan por ellos estando muchos heridos y todos agotados y semi-congelados? Es posible que el capitán del crucero británico actuara negligentemente. Extender las redes hubiese supuesto reducir considerablemente el tiempo del rescate, que era lo mejor para su nave. ¿Por qué no lo hizo?