Instructivo virtual de
CYBER-CORREDERA para fortalecer
la cultura naval
Producción de Jorge Serpa Erazo
EL COMBATE DE GÜEPÍ
Y LOS CAÑONEROS CARTAGENA Y SANTA
MARTA
Por Capitán de Navío Carlos A. Prieto Ávila
El mes de marzo trae a la memoria de los marinos colombianos el combate que
determinó el génesis de la nueva, moderna y definitiva Armada Nacional: Güepí. Se considera un acto de justicia, traer a
consideración algunos hechos para conmemorar el espíritu de dos de las unidades
que con su humildad y eficiencia, marcaron el carácter de la institución que
con ellas renacería, los cañoneros Cartagena y Santa Marta.
LOS TRES CAÑONEROS
Comienza
esta historia en 1.925, cuando debido a problemas de alteración del orden público
en el Río Magdalena, mediante la Ley 51, el gobierno se ve obligado a decretar
un crédito extraordinario para la adquisición de cañoneros fluviales.
Después de estudiar propuestas y oír diferentes tipos de
recomendaciones, el gobierno por intermedio de su encargado de negocios en
Londres, Alejandro Michelsen, firma el 31 de Agosto
de 1.929, un contrato con los astilleros Yarrow
de Glasgow Inglaterra, para la construcción de tres cañoneros; el proyecto
inicial contemplaba el empaque y su envío a Barranquilla por piezas, donde
posteriormente serían ensamblados; condición que debido a graves
acontecimientos que veremos mas adelante, se cambia, en forma que llegan
navegando por sus propios medios a Puerto Colombia.
Estas tres unidades fueron el Cartagena, el Barranquilla y el Santa
Marta, que tenían las siguientes características:
Desplazamiento
142 toneladas
Eslora
41.9 metros
Manga
7.16 metros
Calado Proa
3 pies
Calado Popa
4 pies
Máquinas
2 de 300 caballos cada una
Velocidad
10 nudos
Tripulación
2 oficiales, 32 tripulantes
Armamento
2 cañones de 75 mm Boffor
1 cañón
antiaéreo de 20 mm Oerlikon
4 ametralladoras Vickers
de 7 mm
Para 1928, Colombia no tenía Marina de guerra. La Flotilla Fluvial de
Guerra que existía, era una dependencia del Ejercito Nacional y estaba
constituida por los cañoneros Hércules y Colombia y un transporte de correos y
pasajeros, El Presidente Mosquera (el Pote Mosquera). En 1.930, Según Decreto
446, se creó la Comandancia de la Flotilla Fluvial de Guerra y se nombró un
oficial del grado de Coronel como comandante. Posteriormente, y según el
Decreto 1131 del mismo año, se organizó la Flotilla Fluvial de guerra del Río
Magdalena, constituida por los 3 cañoneros nuevos y por el transporte
correos Presidente Mosquera.
LIMITES SIN DEFINIR
El origen de todo el problema, era le cuestión de límites, que desde la
independencia de las naciones bolivarianas había quedado sin resolver, y sobre
todo los desmedidos intereses económicos que sobre la región amazónica tenían
algunas casas comerciales que ya se habían establecido y explotaban los
productos naturales.
Se había ya firmado con el Perú, en 1.922, el tratado
“Lozano-Salomón” que intentaba poner fin a una serie de
controversias surgidas con dicho País, desde los mismos comienzos de nuestra
vida Republicana, lo que en 1.829 nos había llevado a la Batalla de Tarqui cuando el Ejército Colombiano al mando del General
Sucre venció a las tropas del general La Mar. Como consecuencia de la firma de
dicho tratado, se nombró una comisión mixta demarcadora de límites que terminó
su labor en 1.929.
La situación en los Ríos Amazonas, Putumayo y Caquetá, debido a esto, y
a la inminencia de la vigencia de lo determinado por dicha comisión, se había
enrarecido, lo que había obligado al gobierno nacional a ordenar, en julio de 1.928,
la organización de una colonización militar, que empezó sus funciones en marzo
de 1.930, basada en 5 puertos estratégicos de la región, que fueron: Puerto Ospina, Caucayá, La Tagua, El
Encanto y Leticia, sobre los mencionados Ríos. Al frente de esta organización
se nombró a los oficiales del Ejército, Coronel Luís
Acevedo Torres y capitán Carlos Bejarano.
Para el control y enlace de dichos asentamientos, se hizo necesario
adquirir en Manaos, por parte de la Comisión de Colonización, los buques transportes
Nariño y Huila, cuya función primordial fue el de
llevar los elementos necesarios para el funcionamiento de dichas colonias.
Posteriormente, tuvieron el encargo de trasladar la comisión encargada de tomar
posesión de los territorios delimitados por el tratado Lozano Salomón,
ceremonia que se realizó el día 17 de Agosto de 1.930 y que culminó con la
arriada, en Leticia, de la bandera peruana y la izada en su lugar de la
colombiana.
Debido a que en la región comprendida entre los ríos Putumayo y Caquetá
existían para entonces asentamientos de explotación comercial de los recursos
naturales y especialmente del caucho por empresas peruanas, se fomentó un
descontento general en ese país, lo que hizo evidente el deseo de no dar
cumplimiento a los pactos firmados. La ambición era aprovechar la situación
para subir el límite Peruano hasta el río Caquetá.
LOS CAÑONEROS EN EL PUTUMAYO
Esto hace que en Agosto de 1.931 se ordenara el traslado urgente de los
Cañoneros Cartagena y Santa Marta, desde Santa Cruz en el río Magdalena, a Caucayá en el río Putumayo, ya que en el área además de los
pequeños grupos de soldados colonizadores, no había absolutamente ninguna
presencia colombiana.
Para cumplir con esta delicada y complicada misión fueron designados el
mayor José Dolores Solano, el teniente Hernando Mora Angueyra,
el subteniente Luís Baquero y como oficial navegante,
el Capitán de Fragata de la primera Escuela Naval del General Reyes, Luís María Galindo, además de un grupo de oficiales y
suboficiales del Ejército, quienes le dan cumplimiento, llegando a Caucayá a fines de Diciembre de 1.931.
Por el Decreto 1507 del 31 de Agosto de 1.931 y debido al desplazamiento
de los cañoneros al Putumayo el gobierno Colombiano reorganiza sus fuerzas fluviales
creando 2 flotillas: La del Putumayo conformada por las 2 unidades mencionadas
y la del Magdalena con el Barranquilla y el Mosquera.
LA TOMA DE LETICIA
En febrero de 1.932 el ministro de guerra, Dr. Carlos Arango Vélez,
ordenó el repliegue de la guarnición de Leticia a la colonia de El Encanto
situada sobre el Caraparaná a una distancia de 800
kilómetros de Leticia, movimiento bastante discutido, pero explicado por
el mismo Ministro en su libro: “Lo que yo se de la guerra”.
Simultáneamente se ordenó el relevo del coronel Luís
Acevedo (a quien se le había nombrado Jefe de Fronteras del Putumayo y
Amazonas), por el general Amadeo Rodríguez, quien establece en Florencia el
Comando de Fronteras con su Estado Mayor y una Compañía de Infantería del Batallón
Bárbula.
Entre Abril y Mayo de 1.932 el General y su Estado Mayor, a bordo del
Cañonero Cartagena, visitan las guarniciones de la colonización militar,
llegando hasta El Encanto. Luego en Agosto del mismo año regresa el general
nuevamente y el 15 viaja a Puerto Asís a bordo del mismo cañonero Cartagena a
practicar inspección a los Puertos del Alto Putumayo, demorándose en esa
comisión hasta principios de septiembre. Es decir, que en el momento de la toma
de Leticia, el general, se encontraba a bordo del Cartagena, en cercanías de
Puerto Asís.
Llega el 1º de Septiembre de 1.932, fecha en la que un grupo de peruanos
invaden Leticia obligando a los ciudadanos colombianos residentes allí a
desplazarse al Brasil. Se rompen las relaciones entre las 2 naciones y se
inicia un periodo de tensión y alistamiento especialmente sentido en las
colonias establecidas.
MOVILIZACIÓN HACIA EL SUR
Colombia entera se moviliza y con un sentimiento y esfuerzo nunca antes
visto se apresta a expulsar al invasor. La tarea es titánica. No existen
vías terrestres de comunicación. Tampoco Marina de Guerra. La aviación que se
encontraba en sus inicios, no tiene equipos capaces de llegar al teatro de
guerra, donde no hay ningún recurso, todo debe ser traído desde el interior;
elementos para la guerra, la tropa, la logística para la misma, el combustible,
los alimentos y la medicina. Para darnos una idea nada más de la magnitud de
todo esto, consideremos que solo el transporte de combustible para las unidades
fluviales y aéreas se hacía en canecas de 5 galones que tenían que venir
primero a lomo de mula y luego en canoas y planchones.
Colombia
responde e inicia la construcción de la carretera Neiva-Florencia-Venecia, que
comunicaría a Bogotá con La Tagua y que vendría a constituirse en el eje
principal de aprovisionamiento; así mismo se inician obras en la vía
Tumaco-Pasto-Mocoa-Puerto Asís, que siendo un camino de herradura, viene a
construirse en la ruta principal de transporte de tropas y elementos de guerra.
Se hacen ingentes esfuerzos para establecer la comunicación estratégica entre
La Tagua y Caucayá.
Desde mediados de septiembre hasta diciembre de 1.932, el Cartagena, el
Santa Marta y 2 lanchas peruanas que habían sido capturadas en el Río Putumayo:
la Sinchirroca y la Waina-Capac, hicieron innumerables viajes entre Caucayá y Puerto Asís, transportando tropas procedentes de
Pasto, además de víveres, vituallas, combustibles y municiones para el consumo
de las diferentes guarniciones.
DIPLOMACIA, ENDEUDAMIENTO Y ORGANIZACIÓN MILITAR
Por otra parte el gobierno Colombiano por los medios diplomáticos llevó
el caso a la Liga de las Naciones en Ginebra, con el fin de buscar un arreglo
por la vía pacífica. Circunstancia que nos favoreció y nos dio espacio para
adquirir mientras tanto, equipos y elementos de combate.
Fue así como la administración del presidente Enrique Olaya Herrera reorganizó la defensa y la economía nacional
para la guerra. Mediante la Ley 12 de 1.932 se autorizó al gobierno para
endeudarse hasta por $10’000.000; además, se establecieron gravámenes a
espectáculos públicos, juegos, loterías y giros, lo que sumado al patriótico
caudal de contribuciones particulares permitió alcanzar la suma de
$10’382.183,68 incluyendo el valor de la joyas que damas, caballeros y
niños aportaron generosamente a la causa con un valor de $393.378,71, colecta
realizada en menos de 30 días.
Entonces el Ministerio de Hacienda bajo cuyo control operaban, cedió los
guardacostas Pichincha, Carabobo y Junín al
Ministerio de Guerra. El General Alfredo Vásquez Cobo,
desde su cargo de Ministro plenipotenciario en Francia toma contacto con los
astilleros franceses de Saint Nazaire y se adquieren
el Mosquera y el Córdova. En Manaos se compra el Buque que pasó a ser el
Bogotá, cuyo principal objetivo fue remolcar la Nave hospital Yamary.
En Nueva York se compra un buque construido en
Inglaterra, al que se denomina Boyacá. Esta unidad junto con el Pichincha y el
cañonero Barranquilla conforman el Destacamento del Amazonas, que en Puerto
Colombia, a órdenes del general Efraín Rojas embarcan 700 hombres, quienes
llegan a Belén de Pará el 21 de Diciembre de 1.932 y
se unen al Mosquera y al Córdova que ya se encontraban allí.
El presidente de la República nombra entonces al general Vásquez Cobo comandante supremo, para que continúe dirigiendo las
operaciones de la expedición con el mando militar, civil, fiscal y diplomático
de toda la fuerza.
LOS PRIMEROS DESTRUCTORES
Es necesario resaltar la importancia que para la Armada Nacional tuvo
este conflicto, debido a la compra de dos destructores construidos por la firma
inglesa Yarrow Company en
Lisboa, denominados posteriormente MC Antioquia y MC Caldas. Además, con la
llegada de éstas unidades navales se crea la Escuela de Grumetes de acuerdo con
el Decreto 853 del 20 de abril de 1.934, dirigida por el Capitán de Navío
–alemán- Erich Ritcher,
a bordo del trasporte MC Boyacá, y luego, mediante el Decreto 712 de 1.935 se
efectúa la apertura de la tercera Escuela Naval a bordo del Buque Escuela MC
Cúcuta, bajo la dirección del Capitán de Navío Ralph Binney (marino inglés contratado por el gobierno colombiano
para tal efecto).
ACCIONES FLUVIALES Y AÉREAS
Cumplida la concentración del Destacamento Amazonas en Belén de Pará, prosigue la aproximación estratégica y según
radiograma de la presidencia fechado 20 de Enero de 1.933 se decide no atacar
Leticia sino Tarapacá. A partir de San Antonio, poblado Brasilero sobre la
ribera norte de la confluencia el Destacamento Amazonas se dividió en 2: Boyacá
y Mosquera prosiguen hacia Leticia, mientras los 3 buques menores y de mayor
capacidad de combate, Barranquilla, Córdova y Pichincha continúan por el
Putumayo seguidos por el Nariño como Buque hospital.
Se buscaba con esta maniobra desconcertar a los peruanos sobre las
verdaderas intenciones del ataque. En Tonantines
se habían unido a la flotilla 6 hidroaviones al mando del mayor Herbert Boy; el general Vásquez Cobo
se traslada a bordo del Córdova y pide la convergencia sobre Tarapacá, de los
cañoneros Cartagena y Santa Marta desde el Alto Putumayo, solicitud que no pudo
ser atendida debido a que El Destacamento Putumayo adelantaba operaciones en su
zona de responsabilidad, que culminarían con el ataque sobre Güepí como veremos más adelante.
SE RECUPERA TARAPACÁ
El
11 de febrero, ya próximos a Tarapacá, el general Vásquez Cobo
envía en una lancha de gasolina, el ultimátum a la guarnición enemiga. El
emisario colombiano regresó sin novedad pero sin respuesta escrita;
verbalmente, el comandante peruano, teniente Gonzalo Díaz, manifestó que
rechazaría por la fuerza cualquier intento de ocupación militar de Tarapacá. En
la mañana del 14 de febrero el Córdova, aún en aguas brasileras, sufre el
ataque de una cuadrilla aérea peruana. El estruendo del combate alertó a la escuadrilla
aérea colombiana que se encontraba fondeada en las proximidades, la que sin
demora alguna decola, poniendo en fuga a los
aviadores peruanos que no aguardaron la confrontación directa.
El día 14 en la tarde, la aviación colombiana realizó un ataque aéreo
contra el fortín peruano. Al amanecer del día 15 tuvo lugar el ataque de las
unidades fluviales, cuyo desembarco fue dirigido personalmente por el general
Efraín Rojas; con sorpresa se encontró que la guarnición peruana había
abandonado el fortín. A las nueve de la maña se izó sobre Tarapacá el pabellón
colombiano. Se restituía a la heredad patria, el primero de los fragmentos que
se intentó arrebatar. Con Tarapacá, la proyección del poder aéreo y fluvial
colombiano sobre el escenario Amazónico se hizo más evidente. Se pudo
instalar allí una base de apoyo a las operaciones subsiguientes.
EL COMBATE DE GUEPI
Se
presentaban ahora 2 objetivos principales a la ofensiva colombiana: Güepí en el curso alto del río Putumayo y Puerto Arturo en
el bajo Putumayo. Dentro de la lógica operativa, Güepí
debería preceder a cualquier maniobra sobre Puerto Arturo por 2 razones
principales: Comparativamente era más débil y por tanto, podría ser tomada por
el Destacamento Putumayo, sin intervención del Destacamento Amazonas. En
segundo término su captura permitiría el dominio total del alto Putumayo
asegurando el eje de comunicaciones hacía Puerto Asís, a la vez que se liberaba
a Caucayá de amenazas desde el oeste.
Así, mientras el Destacamento Amazonas proseguía operaciones de
reconocimiento en dirección a Puerto Arturo, fijando la atención del enemigo
por este flanco, el comando del Destacamento Putumayo se dedicaba a planear el
ataque a Güepí.
Después de un cuidadoso planeamiento, el 26 de marzo hacía las dos
de la mañana, el Cartagena y el Santa Marta, cumplen la misión de desembarcar
arriba y abajo del fuerte de Güepí, las tropas
encargadas del avance por tierra, sin que la arriesgada maniobra hubiese sido
detectada por los peruanos. A las 8:40 aparecen en el horizonte las
escuadrillas colombianas de caza y bombardeo, iniciando su ataque contra Güepí, secundado por los fuegos de artillería desde Isla Chavaco, en forma simultánea con los fuegos de las 2
cañoneras. Hacía las 9:50 de la mañana la Compañía que avanzaba por el este,
ocupa el atrincheramiento Bolognesi cuando el
teniente peruano Sillau lo abandona ante su caída
inminente.
EL CARTAGENA ENTRA EN ACCIÓN
Mientras
esto ocurre por el este, el cañonero Cartagena, a bordo del cual se halla el
general Roberto D. Rico, comandante del destacamento, avanza hacía la
desembocadura del río Güepí en el Putumayo, batiendo
con sus fuegos el fortín que protege la posición en ese lugar. En este momento
sucede el acto heroico del soldado Juan Bautista Solarte Ovando, quien
cubriendo con su cuerpo la ametralladora enemiga que hacía fuego sobre las
posiciones colombianas, en el momento que tenía a tiro a un centenar de
nuestros hombres, la silenció. Al llegar a esa posición los soldados
colombianos encontraron el cuerpo de Solarte Ovando abrazado a la ametralladora
y destrozado el pecho por los proyectiles.
Hacía las 12 del día el combate alcanza su momento más recio. El
Cartagena haciendo fuego con todas sus armas se lanzó sobre la ribera peruana,
abajo de la confluencia del río Güepí sobre el
Putumayo. De su cubierta saltó una oleada de atacantes que escalaron la
pendiente hacía el nido principal de resistencia. Aguas abajo, el Santa Marta
lo siguió en empresa similar.
Los peruanos semirrodeados por tierra y viendo
precipitarse sobre ellos 2 buques vomitando fuego por todas partes, abandonan
el fuerte central de Güepí, dejando heridos, armas,
municiones y víveres, con el solo pensamiento de huir de los colombianos por
las trochas que conducen al Napo. Momentos antes, cuando todavía el fuego
enemigo era sostenido, el sargento Néstor Ospina Melo saltó del Cartagena y en valerosa acción
individual por entre una nutrida cortina de balas, escaló el barranco
central de Güepí, y aupado por las tripulaciones de
los cañoneros, clavó el tricolor colombiano en lo más alto de las
fortificaciones peruanas.
La aviación peruana el día 28 de marzo condujo un ataque sobre Güepí, acción que fue repelida por el fuego antiaéreo del
Santa Marta. Prosiguiendo hacía el oeste ataca la lancha Sinchi
Roca que trasportaba los 46 prisioneros tomados en Güepí,
y se lanzó sobre ella, forzándola a encallar en la orilla baja. Tan solo
pereció el timonel de la embarcación.
Siguen una serie de escaramuzas en el intento de los peruanos de
recuperar Güepí. La principal de estas tuvo lugar el
10 de abril, cuando en un choque con las avanzadas colombianas mueren un
sargento y dos soldados peruanos.
LA IRONÍA DE LA GUERRA
El 23 de mayo de 1.933, se firmó en Ginebra el acuerdo diplomático que
ponía fin al conflicto armado entre Colombia y Perú. Dentro de sus cláusulas
figura increíblemente, la entrega al Perú del puesto fortificado de Güepí, recién conquistado en ardua batalla, acto que se
cumplió con las formalidades del caso, 30 días después.
Inexplicable que la entrega de Güepí no se
hubiese cumplido en forma simultanea con la de Leticia a Colombia. Allí
se había cumplido el acto de agresión que dio origen al conflicto armado.
Acá se había ganado, en desarrollo de esa misma incidencia bélica, un punto
fuerte al adversario, que obstaculizaba la libre navegación colombiana en un
río de mutuo dominio. No se ve razón válida para que Colombia tuviera que
esperar la devolución de Leticia, por intermedio de la Sociedad de Naciones,
mientras en Güepí esta acción se cumplía sin
dilaciones y en forma directa.
Indudablemente fue conveniente la cesación del conflicto para los
dos países, pero lo justo hubiera sido la igualdad de condiciones para
volver las cosas a su punto de partida: La total vigencia del tratado “Lozano-Salomón”
y el intercambio de espacio territoriales ocupados por las dos fuerzas
oponentes.
El día 23 de Junio de 1.933, los peruanos evacuaron a Leticia y mediante
acta de rigor hicieron entrega del puerto a la Comisión Internacional,
integrada por representantes de Brasil, Estados Unidos de Norteamérica y
España.
EL FINAL DEL CONFLICTO
Restaba aún, conforme a lo dispuesto por el Acuerdo de Ginebra, la
ejecución de negociaciones directas tendientes a poner fin definitivamente a
los motivos del conflicto. Las conversaciones se iniciaron el 25 de
octubre 1.933 y culminaron el 22 de mayo de 1.934 en la ciudad de Río de
Janeiro. Se firma entonces el documento denominado: Protocolo de Paz,
Amistad y Cooperación entre la República de Colombia y la República del Perú,
conocido comúnmente como el protocolo de Río, que pone punto final a las
desavenencias entre las dos naciones.
Al término de las acciones de guerra, los cañoneros Cartagena y Santa
Marta, se dedican a labores de patrullaje y presencia en los ríos Caquetá y
Putumayo, prestando permanente y eficaz apoyo a los pobladores de las márgenes
de dichas vertientes.
EL RESCATE DEL CARTAGENA
Es suficiente, haber relatado lo anterior para resaltar la importancia
que en la historia de la Región Amazónica y de Colombia, tuvo el eficaz
desempeño de los cañoneros Cartagena y Santa Marta. Ahora que por efectos del
tiempo, estas dos unidades pasaron al retiro, se considera apenas justo
rescatar del olvido, las ruinas del cañonero Cartagena y erigir en ellas un
museo que reúna la historia de los ríos Putumayo, Caquetá y Amazonas.
Además, en la resolución del Comando de la Armada número 239 del 28 de
julio de 1.986 con que se retira del servicio el ARC Cartagena, dispone
destinarlo como “pieza de museo en las instalaciones de la Base Naval ARC
Leguízamo, previa restauración”.
Así como las tribus y comunidades de esta región entronizan sus leyendas
y mitos, con ese mismo respeto nosotros deberíamos propagar el espíritu de las unidades
que forjaron e hicieron respetar la nacionalidad cuando fue
necesario.
Es bueno terminar con frases tomadas de un libro que se relaciona al
final:
“Los buques de guerra, cuando sobreviven a los combates,
constituyen una leyenda flotante. Son trozos blindados de la historia. Su vida
no termina cuando sus máquinas fatigadas detienen la marcha o los adelantos
técnicos justifican su relevo. Su presencia sigue viva en la memoria de quienes
los tripularon y sobre sus planchas de acero sintieron la pasión del combate.
El cañonero Cartagena es parte de esa leyenda y de esa historia, fundida en un
nombre geográfico y una victoria: Güepí.”.
Dos libros sirvieron de fundamento para el presente trabajo: Uno
titulado “Conflicto Amazónico 1.932/1.934” en la edición
conmemorativa de los 60 años de finalización del conflicto con el Perú
patrocinado por el Ministerio de Defensa Nacional y publicado por Villegas
Editores. El otro libro fue “La Colonización Militar y el Conflicto
Colombo-Peruano”, escrito por el Teniente Coronel Alfonso Pinzón Forero, volumen uno, editado por Acore.
A los marinos de Colombia se
dedican estos trabajos de investigación. Los PAÑOLES DE LA
HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es
infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia,
convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en
un acorazado.
NOTA: Por favor envíe sus
comentarios sobre este artículo a lacorredera38@nikimicolombia.com