La comandaron el ingeniero Oscar Ordóñez y el alférez del
Ejército del Perú Juan de la
Rosa, quien vestía prendas civiles. Aunque los asaltantes
vestían de paisano, la participación militar en el ataque se comprueba por
múltiples aspectos. El alférez La
Rosa, era el comandante de la guarnición de Chimbote. Se
emplearon ametralladoras pesadas y cañones, al lado de fusiles Mauser y
carabinas Winchester, que sólo podían tener procedencia castrense. Una vez
perpetrado el asalto, un contingente de soldados en uniforme distribuyó
centinelas en los puntos más importantes de la población.
Para entonces, Colombia no se encontraba en condiciones de repeler esta acción por la carencia de ejército y marina de guerra preparados, ante lo cual reaccionó el pueblo con generosidad, entregando sus joyas matrimoniales para la compra de armas, buques de guerra y transporte, aviones y pertrechos.
La agresión despertó a Colombia y la defensa se convirtió en propósito nacional, apoyada por toda la ciudadanía. Ante la urgencia, se adquirieron en New York dos unidades viejas, un transporte y un barreminas, que fueron bautizadas "Boyacá" y "Pichincha" respectivamente.
En Francia, el embajador General Alfredo Vásquez Cobo (quien se había enfrentado y perdido en las elecciones de 1930, con el Presidente liberal Enrique Olaya Herrera), adquirió tres buques mercantes que se llamaron "Mosquera", "Bogotá" y "Córdova".
Para iniciar las operaciones
militares, se organizó el "Destacamento Amazonas" a órdenes del General Efraín
Rojas, quien con 700 hombres, zarpó el 9 de noviembre de 1932, de Puerto
Colombia con el "Boyacá", el "Pichincha" y el "Barranquilla", con proa al
Amazonas, donde se uniría con la expedición al mando del General Vásquez
Cobo (renunció como embajador en Francia para luchar contra
el Perú). Cuando el General Efraín Rojas se despidió del Presidente Olaya
Herrera, este le entregó un sobre lacrado para ser abierto
y leído cuando hiciera contacto con Vásquez Cobo. El referido sobre le daba
instrucciones al General Rojas para que siguiera como subalterno de Vásquez
Cobo, lo cual mortificó a los integrantes del "Destacamento Amazonas" y
casi se produce un motín que fue debelado por el mismo General Rojas. Nadie
entendió la razón por la cual, el Presidente Olaya le quitó el mando de la
expedición a un oficial de carrera para, entregárselo a un General conservador, cuyos
grados los había logrado en las guerras civiles. Aunque en el transcurso del conflicto hubo diferencias de criterio
sobre algunas operaciones, los conocimientos y estrategia militar del General
Rojas prevalecieron, como la decisión sobre si primero se atacaba Leticia
(opinión de Vásquez Cobo), o se tomaba a Tarapacá (idea de Rojas).
Para dirimir este conflicto fue necesario acudir a Bogotá, donde el Gobierno
Nacional, apoyó el plan del General Efraín Rojas. En virtud de
ello, era necesario atacar y ocupar a Tarapacá, despejar el río
Putumayo, tomar el fuerte de Guepí y atacar Puerto Arturo (en territorio
peruano), para luego, en una acción combinada
caer sobre Iquitos (río Amazonas) y tomar
Leticia.
Fondeada la flotilla colombiana sobre el río Amazonas, a diez kilómetros del Putumayo colombiano, a las 10 de la mañana del 14 de febrero de 1933, el General Alfredo Vásquez Cobo envió a Tarapacá una lancha rápida, con el Teniente Jorge Hernández, portador de un "ultimátum" para el Teniente Gonzalo Díaz, comandante peruano en el lugar. En las horas de la tarde del mismo 14 de febrero de 1933, la flotilla colombiana avanzó hasta las proximidades de Tarapacá, para emprender al día siguiente la operación anfibia.
A las 6 de la mañana del 15 de febrero de 1933, se inició un bombardeo aero-naval sobre el fuerte enemigo y a las 9 horas, las tropas desembarcaron y no encontraron NADA. El Teniente Díaz, en horas de la noche, había huido con sus hombres, a bordo de la lancha "Estefita", por el río Cotué. Seguidamente, el General Vásquez Cobo, ubicó un batallón de 300 hombres en Tarapacá.
EL FALSO POSITIVO
Sin pérdida de tiempo, Vásquez Cobo dirigió al Presidente Olaya Herrera
dos mensajes que fueron motivo de regocijo y locura popular. En casi todas las
ciudades cuando se difundieron las noticias enviadas desde
Tarapacá por el comandante, se organizaron manifestaciones,
se publicaron ediciones extraordinarias de los periódicos, se dibujaron
imágenes como la que ilustró la portada de la famosa revista "Cromos"
(donde se muestra a las tropas colombianas desembarcando en Tarapacá,
bajo el nutrido fuego de los peruanos atrincherados en la
orilla). Ese día, de
la rutina, se pasó al festejo y después a la parranda popular, donde
todos brindaron y se abrazaron. Los telegramas o "radios" (como en la
época se llamaban) causantes de una alegría colectiva cargada de
patriotismo y orgullo, dicen así:
“Tarapacá, 15 de febrero de 1933. Presidente. Bogotá”. “A las 9 de la mañana flotó nuestro pabellón sobre el cerro de Tarapacá. Librose combate artillería apoyado por aviones y tropa desembarque. Felicito vuestra excelencia. No hubo novedad. Servidor. Vazcobo”.
No conforme con el anterior mensaje, el senil General, obnubilado por mostrar resultados (positivos), tanto en el Gobierno como en la opinión pública, horas más tarde y para el mismo destinatario, envió otro telegrama:
“Acabo de
recorrer cerro Tarapacá, que estaba convertido en un Gibraltar. Trincheras con corredores subterráneos y todo lo que enseña el arte
militar, pero ante el empuje de nuestros barcos, nuestra escuadrilla aérea y el
arrojo de las tropas que desembarcaron, huyeron dejando cañones Krupp de
75
milímetros de montaña con municiones, muchos elementos de
guerra, municiones de ametralladora etc. Jefe, oficiales y tropa estuvieron a la
altura de su fama, leones de Colombia. No hubo novedad. Servidor.
Vazcobo”.
Años más tarde, el escritor y columnista Juan Lozano y Lozano, quien fuera Teniente del Ejército y uno de los oficiales más distinguidos que participaron en el conflicto Colombo-Peruano, escribió lo siguiente:
"Un día, en Caucayá, al saltar del cañonero a tierra, tuve la sensación o de que yo estaba loco o de que todos mis compañeros de campaña en el alto Putumayo se habían enloquecido. Los soldados corrían y saltaban como poseídos, y nadie me daba razón de tan inusitada efervescencia. Por fin llegué al comando, y supe de ojos humedecidos y de labios trémulos, la noticia fantástica. Los leones de Colombia habían vencido a las legiones peruanas en la primera batalla, la cual, por el contexto del radiograma recibido aparecía grandiosa y gloriosa. Una emoción igual no vuelve a experimentarse en la vida. Desde los tiempos de Cuaspud era el primer laurel guerrero, que ceñía las sienes de la patria. Y los oficiales llorábamos, y gritábamos, y nos abrazábamos perdidamente al mirar por vez primera, tan positiva y tan cercana a nosotros, la imagen de la patria; porque no hay patria donde no hay gloria.
Después he sabido que a lo largo y a lo ancho del país fue idéntica la reacción popular al parte del general Vázquez Cobo. Más tarde se supo del fraude inmenso, el fraude ignominioso. No había habido siquiera tal combate. Las tropas colombianas después de gastar inútiles pertrechos, habían desembarcado en un lugar desierto".
Así las cosas, al Teniente Juan Lozano y Lozano, después de haber escrito este artículo, no le quedaba sino frustración. Su recuerdo sobre la Guerra con el Perú, debió ser una sucesión de sombras. Su crónica fue la protesta de un soldado engañado por un "falso positivo" que empañó la victoria.
"El diario de Bucaramanga" -L. Peru de Lacroix -Editorial Bedout -Octava edición 1967-
"Conflicto Amazónico 1932/ 1934" -Villegas Editores -Primera edición 1994-
"Ensayos críticos" Juan Lozano y Lozano -Editorial Santafé 1938-
"El Tiempo" Edición Extraordinaria del martes 14 de febrero de 1933 -Fotocopia de la primera página-
"Revista Cromos" Fotocopia de la portada y de una página interior de la edición Nº 852, del 18 de febrero de 1933